viernes, 8 de mayo de 2015

Preguntas




Puedo hacerme muchas preguntas, y para ser honesto, todas llegarían al mismo lugar y ninguna de sus respuestas resolvería nada. Cuando vi por primera vez Searching for Sugar Man el pecho se contrajo y el flujo sanguíneo abandonó su estado natural, la ansiedad hizo una mala jugada y las tareas pendientes fueron abandonadas. Todo se pospuso, incluso la hora del tarareo. Aquellos minutos fueron como horas que tardaron días en activar la alarma que indicaba el instante justo para volver en sí. Desconfiaba de la veracidad del artefacto despertador. Anhelaba que hubiera sufrido algún daño. Necesitaba tiempo para pensar, más de lo comúnmente necesario, lo razonable para resolver todas las preguntas que Sixto me había hecho. Aun no habíamos tenido el gusto de conocernos y ya estaba preguntando. Cada pregunta revelaba un episodio de su vida, como intentando que alguien resolviera lo que él aún no sabía. Esperaba pacientemente escuchar todas las respuestas, o mejor aún, quien escuchara todas las preguntas. ¿Ha hecho justicia la vida conmigo? De inmediato no supe que responderle. Hubo un silencio abrumador, de hecho, evadí la pregunta sin que pudiera notarlo, o quizá lo notó porque su perspicacia era mejor la que mía. No insistió. Tomó su guitarra y un papelito en el que antes vi que estaba escribiendo talvez unos versos, pero eso no puedo asegurarlo, lo dobló guardándolo en el bolsillo interno de la chaqueta que siempre llevaba consigo, incluso en las mañanas más tristes del verano. Los parlantes comenzaron a adornar todo el lugar, era una música misteriosa y desconocida, pero inquietante. Nada ni nadie sabía que Sixto había emprendido una búsqueda hace muchísimos años y que pagaría el precio. Encontrarnos era su propósito, sin embargo, nadie sospechaba sus intenciones. Las cloacas, los bares donde se muere antes de pagar la cuenta, los tejados rotos, las casas de los miserables que alojan a los desprotegidos, las calles que todo el mundo evita, eran los lugares que había señalado en el mapa de su destino y seguro allí nos encontraría. La iluminación del lugar era tenue y cada quién observaba a su manera. Todos guardaban silencio e incluso, al encontrarse la puerta abierta ninguno escapó. Cada vez era más profunda la hipnosis. Al escuchar el sonido que comúnmente se escucha cuando se cierran las puertas, me asomé por la ventana para verle caminar en la nieve. Me confundía el hecho de saber que no tenía una respuesta. La esquivé porque no quería mentirle. Rasgué un pedazo de papel y escribí con lápiz rojo, del mismo modo que lo hacían las maestras para resaltar que hay que estar alerta. ¿Ha hecho justicia la vida conmigo? Pasaron horas antes de poder escribir algunas líneas que resolvieran el enigma, lo noté porque el cenicero era el único reloj que tenía a la vista. Aun sintiéndome plenamente confundido, decido escribirle una carta.
     
       14 de abril de 2015
       
       Querido Sixto,

Ya te preguntarás porque he guardado silencio cuando has necesitado obtener una respuesta, es solo que me he preguntado lo mismo y cuando las mismas preguntas se encuentran frente a frente, lo mejor es separarlas para que no se confundan. Por la forma en que has puesto cada sílaba en su lugar, intuyo, y espero no equivocarme, que preguntas porque ya sabes la respuesta y por ello no has insistido. De si la justicia realmente hace de las suyas en nuestras vidas, es algo a lo que podría responder: no estoy seguro, y aunque muchos digan que todo llega en el momento justo, en el instante preciso, y aunque apuremos el destino, no gastará afanes para complacernos. Ser nosotros mismos es una forma de dialogar con el, de tomar atajos. Ser consecuentes con nuestros actos es la mejor estrategia. Barajar las cartas hasta sentir que es hora de repartirlas es la jugada más inteligente. Ya has hecho lo tuyo, y saber que no esperabas tanto. Sixto, no has podido decirlo mejor, has puesto lo mejor de ti para hacer lo que te complacía. Existen seres humanos de todos los tipos, los que  crean con el fin de obtener siempre algo a cambio y los que crean. Lo esencial es mantener la aventura y olvidarse de los estereotipos. El peor daño que un hombre puede hacerse es crear olvidándose de sí mismo, es por ello que la vida ya ha hecho justicia, ya ha barajado sus cartas, el cómo mezclarlas para ganar el juego es la estrategia. Quizá llevas años pensando en lo que podría ser, pero ello no ha permitido que la vitalidad desaparezca, tu vitalidad. Sixto, he pasado horas y días enteros sorteando alguna idea que pueda iluminarme, organizando palabras inconexas y frases sin sentido que puedan decirme algo, que hablen de mí, del mundo que me rodea. No espero nada de nadie, solo espero que lo que escriba pueda decirme algo, algo sobre lo que soy, no porque no quiera decir a quien ya está dispuesto a escuchar, es solo que primero debo encontrarme conmigo para reunirme con los demás. No puedo dejar de pensar en tu canción cuando te preguntas cuantas veces te han derrotado, y cuantos de tus planes fracasaron…! I Wonder, I Wonder… una canción que me inspira a celebrar, a bailar, a verme en el espejo y preguntarme por esa imagen que se refleja. La vida Sixto, es más simple de lo que podrías creer. Todos los laberintos tienen una salida, a veces tardamos más tiempo en encontrarla y otras veces hacemos un alto en el camino ignorando que se encuentra solo al doblar la esquina, solo que no la vemos. No hay que apurar el viaje, ni pedirle al rio que deje de correr. No sé si haya respondido a tu pregunta, lo que sí sé, es que tengo unas tantas otras para hacerme y esperar pacientemente que lleguen las respuestas.
Al finalizar, todas las sillas estaban repletas de signos de interrogación, los sentimientos de los asistentes estaban descontrolados y el silencio fue cada vez más incomodo, las palabras tardaron en ser expuestas. Nadie quería romper el silencio. La luz se encendió abruptamente. En la pantalla no apareció el subtitulo que indicara el fin. Se encandilaron las miradas. Posteriormente en los pasillos, no se hablaba de otra cosa, como si todos hubieran presenciado la aparición de un fantasma. Algunos no tenían la disposición de continuar con sus labores, otros, menos optimistas, deseaban mejor dormir para evitar pensar, y los menos conformistas, buscaron de nuevo a Sixto. Semanas después de cuando se marchó sin decir palabra y caminó por la nieve en contravía de la tempestad, esperé que regresara para decirle que ya le tenía una respuesta, que ya había tenido el tiempo suficiente para pensar y que he guardado silencio por temor a mentirle de la peor manera, pero no regresó. Guardé la carta en la caja donde guardo todas las respuestas, quizá alguien pueda encontrarlas algún día.